jueves, 10 de septiembre de 2009

IDEAS

En éstos tiempos de abulia que vivimos se echa de menos una incesante actividad alegre. Y es que es menester tener algo en que ocupar la razón, el que no tenga pasión, en beneficio de los objetivos que uno, día tras día, se marca. Se trata del camino, aquella imperceptible línea imaginaria que junta dos puntos distantes entre sí, es un camino que conocemos e intentamos prever para, después, andarlo mejor. Empero, son sendas las que nos encontramos. La percepción generalizada de la crisis moral, protagonizada en torno a un “algodonismo” radical hace que el “no hacer nada” sea elevado al rango de ocupación, cuanto menos, parcial, alambicados en un relativismo que a las primeras de cambio se nos vuelve en contra.
No son ya aquellos Orteguianos dibujadores de atractivos y animados horizontes los que lideran las sociedades. Habitamos cual reflejo de aquellos que nos gobiernan y, si Platón pedía que gobernaran los filósofos, no es que queramos ser menos pero, senos permitirá, acaso, alentar que no lo hagan los más incapaces. Es el tedio constante, la falta de ideas y claridad de un destino alcanzable. El resultado de años de estado de bienestar, construidos en España a pico y pala, ha traído como resultado, finalmente, una crisis brutal. Las culpas vendrán, como siempre, de ambos frentes, izquierda o derecha pero, las soluciones no pueden pasar por tan miope y par distinción de una realidad más compleja.
Es la hora del liderazgo, precisamente ahora, cuando el futuro se presenta más incierto de lo que jamás lo ha sido. La evolución social y política, los cambio migratorios y médicos, la velocidad incalculable del cambio precisa liderazgos. El Estado se ha debilitado , hoy no es responsable de las crisis para los políticos, ni el garante de las soluciones para los ciudadanos. El papel del Estado en el futuro está en entredicho. El reto es a la par apasionante y abstracto. Quizás puesto que en nuestro país jamás ha existido una auténtica sociedad civil organizada, portavoz de sus ideas y responsable con el futuro del que se siente eminentemente constructora. El Estado ha dejado de ser un fin, para convertirse en un medio: ése es el mensaje de la verdadera política.
El verdadero reto es administrar lo inminente, aquello que todavía no ha llegado, en definitiva, liderar el futuro: no puede ser otro el espacio preeminente de la política que ya está aquí. El Estado es un verdadero posibilitador del futuro, o condicionante. Tal es la trascendencia del reto al que nos enfrentamos. Invertimos o simplemente gastamos. Ante nosotros se abre un horizonte incierto, sólo las grandes ideas capaces de articular liderazgos los harán distinguir entre la diatriba de aquel que grita “avanzad!!”, para acabar acompañando a aquel que sugiere “seguidme!!”. Ya lo decía Machado “ de diez cabezas nueve embisten y una piensa. Nunca extrañeis que un bruto se descuerne luchando por la idea” al fin y al cabo, las ideas no duran mucho si no hacemos algo con ellas.

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